miércoles, 9 de enero de 2013

CRÓNICA: Asalto sobre ruedas

En la Universidad Estatal de Guayaquil (ubicada prácticamente a lado del Malecón del Salado) es uno de los mejores lugares para que los buses y taxis consigan pasajeros, ya que la mayoría de los estudiantes no tienen carro. Pero eso no es lo único a lo que le pueden sacar provecho.

Emilio Aspiazu, estudiante de segundo año de medicina en la Universidad Estatal de Guayaquil, es un hombre de 20 años, de contextura gruesa y piel morena, de estatura media y muy alegre, le gusta molestar a sus amigos con cualquier cosa que le se ocurra en el momento por eso lo consideran el payaso del grupo, aunque un poco amargado porque recién le habían robado su camioneta, siempre trata de arreglárselas como puede.

El viernes 29 de octubre de 2010, Emilio y su amigo Harry acababan de salir de clases a las 2:20 de la tarde, ya que habían tenido que dar una lección muy complicada en la clase de Bacteriología Practica y el profesor los dejó salir antes de hora. Estaban conversando con su grupo de amigos en uno de los tantos bares que tiene la Universidad Estatal, hasta que a Harry se le ocurrió ir a comer los super hot-dogs que venden en un local llamado Mandigos ubicado en la ciudadela Miraflores, sus amigos pusieron mala cara a la idea, pero a Emilio lo convenció en un segundo, ya que recordó que ese día era el cumpleaños de su primo José y tenía planeado celebrar sus 18 ese mismo día, así que sin pensarlo 2 veces decidió ir con él, pero había un problema, hace unas semanas le habían robado la camioneta afuera de su casa, Emilio no contaba con un medio de transporte para ir con su amigo a donde quería comer, así que con toda la normalidad del caso decidieron irse en taxi, sin saber lo que pasaría después.

Eran las 2:45 cuando se dirigían a coger taxi caminando sobre la vereda de la Av. Delta con dirección al Malecón del Salado, ya que desde ahí salía más barato según ellos, pero justo cuando pasaban por la puerta de la Facultad de Odontología, un taxi amarillo de marca Chevrolet, de buen estado con apariencia casi nueva, recién llegaba a buscar pasajeros, Harry se fija en eso y le avisa a su compañero del carro y va a hablar con él para ver si los puede llevar. “El conductor era un hombre flaco, con barba, de piel morena, ojos saltones y cejas llamativas de unos 40 y pico de años y llevaba una típica guayabera blanca”, dice Emilio recordándolo como si hubiera sido ayer. Se asomó por la ventana abierta del copiloto y le preguntó que si los podía llevar a Mandigos, y en caso de que no conozca, dijo que quedaba en Miraflores. El taxista le dijo que no había ningún problema y que la carrera les iba a costar 3 dólares, pero como siempre hay la opción de regatear el precio, quedaron en que tenían que darle solo $ 2.50 y entraron en el taxi.

Ya dentro del vehículo empezaron a conversar acerca de los difícil que había estado el examen y estaban comparando respuestas en base a lo que se acordaban, entonces el taxista se hizo partícipe de la conversación pero cambiando totalmente el tema, comentando que hacía
demasiado calor, “si la verdad que si, y con este tráfico va a ser peor”, dijo Emilio con ánimos de conversar, el conductor les preguntó si estaba bien que prendiera el aire y los dos respondieron inmediatamente que si, y al mismo tiempo sorprendidos, pues no se esperaban que dicho taxi contara con uno, subieron los vidrios para disfrutar del acogedor ambiente que se estaba formando dejando afuera casi toda la bulla que producían las personas y carros en la calle.

Después de unos 6 minutos casi sin moverse en el tráfico que se había formado, el taxi avanzó hasta finalizar la Av. Delta, pero en vez de seguir por Tungurahua hasta la calle 9 de Octubre y virar para la derecha con dirección a la Carlos Julio Arosemena, el carro, antes de llegar a Tungurahua, giro en “u” hacia la izquierda y siguió hasta girar a de nuevo a la izquierda con dirección a la Víctor Emilio Estrada. Emilio se dio cuenta de la rara ruta que estaba tomando el conductor pero no le dio mucha importancia pensando que era probable que este muy congestionado el tráfico por el camino que siempre coge y porque eso el taxista haya decidido ir por un camino alterno.

De pronto el taxi paró en la esquina y se subieron 2 hombres de cada lado dejando solo al conductor en la parte delantera, Emilio lo vio todo en cámara lenta mientras moría de pánico por dentro al pensar que lo iban a matar a él y a su amigo. Los dos hombres inmediatamente le pusieron una mano en el cuello a cada uno haciéndolos mirar para abajo mientras al mismo tiempo, con sus manos libres, sacaban una pistola de sus pantalones. Cuando Emilio y Harry agachaban su cabeza vieron como el taxista se vira con una cara totalmente cambiada, pasó de ser una cara amistosa con ganas de conversar, a una cara llena de ira y miedo, “¡A ver hijueputas no digan nada ni hagan nada o les reventamos la cabeza!”, gritaba el taxista. Los ladrones demostraban los mismos ánimos aunque se sentían más seguros que el que iba tras el volante, “¡haber pasa todo lo que tengas chucha celular, relojes y van sacando la billetera de una!”, gritaban los tipos, diciendo Emilio todavía con cara de susto mientras habla al respecto: “yo no hice nada más que obedecer lo que ellos decían, porque ni cojudo después por sabido me iban a pegar un plomazo en la cabeza”.

Harry les empezó a dar todo lo que tenia, un reloj de marca Adidas, su Blackberry Storm y unos 15 dólares en efectivo que sacó de billetera, después cogieron su maleta para registrarla, pero no encontraron nada de valor así que la tiraron al piso. Por otro lado a Emilio no le pudieron sacar mucho, ya que él es más precavido al saber que si va a andar en taxis o buses no debe llevar cosas de valor, por eso los ladrones se molestaron ya que no tenía nada más que 20 dólares en la billetera y un celular viejo y simple. “a mi pana le robaron todito, a mi solo 20 dólares porque en ese tiempo tenía un celular viejo y hasta con cinta creo, te juro que yo del ladrón me daría pena robar eso, sino ya sería el colmo, por eso fue que lo vieron y me lo dieron por las mismas” lo dice con una sonrisa de burla al recordar esa parte de la historia.

Pasaron unos 20 minutos registrándolos lo más que pudieron para ver si escondían algo, pero no encontraron nada más que libros, papeles y documentos de identidad, mientras el taxi avanzaba rápidamente por la calles para que nadie vea lo que estaba pasando en el interior del vehículo. Después dejaron de registrarlos y los mantuvieron con la cabeza agachada apuntándoles con sus respectivas armas para que no se den cuenta por donde los llevaban y lo
más importante, para que no les vean la cara, aunque cuando les estuvieron buscando cosas en los bolsillos y maletas era casi imposible no hacerlo.

Ya eran casi las 3:30 de la tarde cuando los ladrones empezaron a decirle a su cómplice que se valla metiendo por algunas calles hasta que Emilio y Harry empezaron a sentir que el camino se hizo pedroso y que ya no estaban andando sobre asfalto, fue entonces cuando Emilio empezó a ser presa del pánico, “chuta te juro que yo estaba asustadísimo, cuando sentí que estábamos andando sobre piedras pensé que nos iban a llevar a matar, toda mi vida me cruzó por los ojos, mis papas no iban a saber de mí y se iban preocupar mucho, a mi pelada yo la veía destrozada cuando se entere de que me habían matado, muchas muchas cosas se te pasan por la cabeza en momentos como ese, no tienes ni idea el terror que se sentí”, dice Emilio con cara de preocupación al recordar esos pensamientos, pero no hizo nada al respecto solo permanecía callado esperando que el carro frene para que los ladrones los boten y les disparen en la cabeza. De pronto el taxista empieza a gritarles “¡Cuidado van a decir algo! ¡Tú no me viste la cara! ¡Tú no me conoces! ¡Si tú dices algo yo te voy a ir a buscar, yo se que tu estudias aquí y te juro que te mato!” Le decía a Emilio que era al que tenía a la vista. Y aunque esa advertencia era muy grave, quedaron más tranquilos y aliviados por dentro ya que por lo menos les estaban dando a entender que no les iban a hacer nada.

Después de esa advertencia uno de los tipos armados de atrás empezó a analizar lo dicho por su compañero y comentó que mejor sería que los maten a ellos porque después se bajan del taxi, cogen las placas y van a la policía “mira que a ti te vieron la cara y eres el mas jodido de los 3 si estos manes abren la boca”. Esas palabras fueron las que les puso los nervios de punta a Harry y empezó a decirles que por favor no les hagan daño que ya les habían dado cosas caras, que solo los dejen botados y que nunca iban a denunciar nada. Después de unos 10 minutos el taxi se detuvo y les dijeron que se bajen ahí y que no digan nada, lo único que tenían que decir era “ya loco no vemos”, acto seguido Emilio y Harry se bajan del taxi y hacen lo que los antisociales les dijeron “ya loco nos vemos” y se fueron.

Al parecer los habían dejado botados en Mapasingue. Encontraron a una señora y le contaron que les habían hecho un secuestro express y que no sabían dónde estaban. La señora apenada por la situación mostró su preocupación y los alentaba para que vallan a hacer la denuncia a la policía, pero decidieron no arriesgarse a no obedecer las advertencias de los delincuentes. A la señora no le quedó más opción que decirles que avancen por una calle que se encontraba ahí y que se vallan largo para llegar a la principal.
Emilio y Harry caminaron hasta llegar a la principal, pero como no tenían plata se fueron caminando hasta Miraflores, donde era la casa de su primo dando gracias a Dios de que los ladrones no les hicieron nada malo. “Fue una experiencia terrible que no le desearía a nadie, nos robaron sí, pero hay que darle gracias a Dios que no nos hicieron nada malo, lo material se recupera, pero la vida no”.









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